Procrear como un acto político
Mucho se argumenta que traer una cría humana al mundo es la forma más grande de impactar negativamente el planeta. Pues sí: otro ser en este planeta que no aguanta más podría ser una irresponsabilidad. Pero, me pregunto: Si dejamos de procrear ¿Para quiénes cuidamos el planeta? ¿Quiénes seguirán enseñando la defensa la tierra a las nuevas generaciones? Y la respuesta es simple, esos pequeños entes que decidimos educar día a día. Ellas y ellos serán los responsables de lo que viene.
Entonces, traer hijos e hijas al mundo por la libre podría ser un acto irresponsable, pero criar a esas personitas para que sean la fuerza del cambio que necesitamos, es la aventura más dura y más política que para mi he encontrado.
No quiero que esto parezca un llamado a reproducirse, ni critico la decisión de no hacerlo. Creo y defiendo el derecho de mujeres y hombres a decidir cómo realizarnos como personas. Si queremos una vida en pareja, si nos queremos enamorar, procrear, viajar por el mundo, emprender, tener o no jefe; en fin, conseguir como sea la felicidad y la tranquilidad que cada quien necesita para vivir.
Los hijos, además, llegan por muchos caminos. Procrear también es criar a un ser al que no engendramos pero que sabemos nuestro desde el primer día. Adoptar es un acto tan valiente como engendrar y lleva consigo la misma implicación: la fuerte y dura decisión de formar a un ser. Que tenga o no el mismo ADN, es cosa que poco importa. A los hijos, en cualquiera de sus formas, se les lleva en las entrañas.
Tener descendencia es además de cansado, carísimo. Nos limita nuestra vida y nos quita nuestro tiempo personal, nos hace replantear nuestra vida, planes y prioridades, pero, es además valientemente político ¿Por qué? Porque en nuestras manos tenemos la posibilidad de formar seres que hagan el cambio, que saquen a la humanidad del hueco al que la hemos llevado, seres que levantarán este planeta para que sea lo que merece ser, que nos llevarán a conocer el universo y velar por que quienes habiten este mundo sean todos ciudadanos y ciudadanas con igualdad de oportunidades. Solo escribir esto da miedo la responsabilidad que implica. Imagino que tiene el mismo efecto leerlo.
Ahora seguiré hablando desde donde puedo, desde ser madre que es lo que conozco. Nuestra maternidad es un acto político y heroico, gracias a las posibilidades que he tenido en mi vida mi maternidad fue decidida y no impuesta. Por eso defiendo que todas deberíamos tener ese derecho que nos da la salud reproductiva, el control sobre nuestros cuerpos y nuestras decisiones. Tener acceso a educación sexual y afectiva, a métodos anticonceptivos y a la interrupción de un embarazo no deseado hace que la decisión de la maternidad se pueda tomar más consciente y con mayor claridad.
Y es que además esa maternidad consciente es la militancia más demandante, se es madre 24/7 365 días al año y la condición no la perdemos nunca, lo más cercano a esto son esos revolucionarios que se admiran en la U, que murieron con las botas puestas, así somos las mamás. Nuestras crías son una revolución en si mismos, son la manera más fuerte de ubicarnos en la vida, de obligarnos a solucionar nuestros asuntos, a ser las más humildes, a reconocer nuestros errores y a aceptar que a veces no podemos, aunque no lo hagamos frente a ellos. Son un eterno cuestionamiento de nuestra vida y de nuestra crianza, son un aprendizaje constante, pero que se da en la práctica y a veces sin chance para el error. La maternidad nos cambia con nosotras mismas, con nuestros retoños y con la sociedad en la que vivimos, ¿Así o más revolución del ser?
Luego de plantear todo lo que cambia la vida con la maternidad siempre queda preguntarse ¿Dónde queda la persona que existía antes? Y eso es de las cosas más complicadas de ser madre, defender no irnos en el remolino de la maternidad y siempre seguir luchando por ser nosotras mismas, la mujer aparte de la madre. Esto para mi ha sido bastante difícil porque soy una mamá que se quedó en casa, trabajando, pero desde el hogar, con pleno control de mis hijas, sin divisiones de espacios ni tiempos, con el desgaste que venía de quienes cuestionan la decisión de ser “full time mom” y quienes más bien ven mal que se busquen espacios en solitario. Además, con la plena consciencia que si para las mujeres es complicado conquistar espacios, volver a conquistarlos luego de alejarse de lo público por la maternidad es mil veces peor, pero se hace, se pelea, se dice y se politiza para que eso sea cada vez menos una tarea titánica.
No es fácil lograr una buena vida política. Tampoco lo es una crianza bien llevada. No hablo de las trasnochadas o de las funciones básicas como comer, usar el baño o hablar. Hablo de formar sin imponer una forma de ser y o de ver el mundo, respetando sus procesos y ayudando a construirse para ser buena persona y respetar a quienes le rodean. Suena fácil y básico, pero hoy es casi utópico e indispensable, porque hoy el mundo y sus demandas no nos dejan ser buenas personas y mucho menos ser empáticos con quienes nos rodean.
Crear y criar seres humanos es una tarea política porque estamos formando seres que impactarán poco o mucho, de forma buena o mala el mundo que nos rodea, seres con criterio y con la posibilidad de enrumbar esta humanidad que queremos tanto, pero que estamos perdiendo.
Ayudarles a formarse como persona, es respetar sus procesos, su forma de ver la vida, de aprehender y de significar el mundo que le rodea. Es escucharles, aprender de ellas y ellos y ver el mundo desde sus ojos, es salirnos de nuestra adultez y dejar que nos enseñen un poco desde la belleza de lo simple que les es a veces ser o los análisis súper complicados y avanzados que hacen que hasta nos cuesta entender, es dejar que nos sorprendan y validarles esos aprendizajes.
Y es ahí donde la crianza se vuelve política, porque tu cría te obliga a respetar su diversidad, porque como yo que tengo 2 chicas a las que nunca las quise princesas, me tocó aceptar que aman el rosado y Disney. Porque lo principal y más difícil es no formar una mini versión mejorada de una misma, sino un ser superior, mejor y único, que sea capaz de volar al infinito y más allá.